O te encanta o te espanta y yo me encuentro entre los que han caido subyugados por esta ciudad. La primera impresión que te produce Palermo es la de un lugar contaminado, ruidoso y demasiado caluroso en verano, pero cuando te adentras en ella es fascinante. Su historia milenaria le ha dotado de un considerable patrimonio artístico y arquitectónico que abarca desde restos púnicos hasta casas de estilo Art Nouveau, pasando por residencias de estilo árabe y normando, iglesias barrocas y teatros neoclásicos. Para actividades culturales, artísticas y económicas fue una de las ciudades más grandes del Mediterráneo y hoy es uno de los principales destinos turísticos de Europa. La capital de Sicilia es una joya cubierta del polvo de la historia, de las desgracias que han reportado los desastres naturales en forma de terremotos, y del lastre que han provocado la especulación inmobiliaria, la miseria y el paro o los crímenes de la mafia. Al final si obviamos estos apuntes que no explican la totalidad de la realidad palermitana, nos encontraremos con una asombrosa ciudad, repleta de piedras con historia. La ciudad es como un gran puzzle donde coexisten la Mezquita arabo-normanda de San Giovanni degli Eremiti, con la genial catedral, la capilla palatina del Palacio Normando, o la plaza de Quattro Canti donde convergen las dos vias principales de la ciudad Vittorio Emmanuele y Via Maqueda. Y además de la Piazza Bellini y la Plaza Pretoria, no hay que dejar de visitar el el fascinante mercado de la Vucchiria.
Los puestos de fruta, pesacado, carne, quesos, especias, gangas, etc.. adquieren un halo mágico cuando cae la noche y los puestos encienden sus enormes focos y la luz se refleja en sus carpas rojas. La mezcla de olores y colores es tan indescriptible como inolvidable. También es inolvidable la cocina siciliana, los arancine (unas enormes bolas fritas de arroz relleno de ragú de ternera, que lo venden para llevar o comer por la calle o en la playa), la caponata palermitana (un plato de berenjenas y verduras buenísimo), la pasta con le sarde (combina las sardinas típicas de la costa siciliana con el hinojo de los montes de la isla) y los ricos pasteles hechos con ricotta o el famoso helado de casatta siciliana. Una gastronomía entre la árabe y la española, con el aceite de oliva como elemento estrella. Se come bien en cientos de sitios pero hay uno muy bonito que recomiendo: la Antica Focacceria San Francesco, en la parte vieja de la ciudad, donde han comido, entre otros, Garibaldi y Pirandello. Los palermitaos recomiendan el Shangai, que aparece en la segunda foto para comer cocina siciliana. A pesar de su apariencia exterior de suciedad dicen que por dentro está limpísimo. Está junto a la Vucchiria, un barrio que parece que acaba de salir de una guerra. La ciudad vivió un verdadero infierno durante las décadas de los 80 y los 90, cuando muchos funcionarios públicos perdieron la vida en la lucha contra las organizaciones criminales de Sicilia. Estos asesinatos incluyeron el del general de los carabinieri, Carlo Alberto Dalla Chiesa, el presidente regional Piersanti Mattarelli, Don Giuliani, un sacerdote que había luchado por los jóvenes que vivían en los suburbios y los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
Los puestos de fruta, pesacado, carne, quesos, especias, gangas, etc.. adquieren un halo mágico cuando cae la noche y los puestos encienden sus enormes focos y la luz se refleja en sus carpas rojas. La mezcla de olores y colores es tan indescriptible como inolvidable. También es inolvidable la cocina siciliana, los arancine (unas enormes bolas fritas de arroz relleno de ragú de ternera, que lo venden para llevar o comer por la calle o en la playa), la caponata palermitana (un plato de berenjenas y verduras buenísimo), la pasta con le sarde (combina las sardinas típicas de la costa siciliana con el hinojo de los montes de la isla) y los ricos pasteles hechos con ricotta o el famoso helado de casatta siciliana. Una gastronomía entre la árabe y la española, con el aceite de oliva como elemento estrella. Se come bien en cientos de sitios pero hay uno muy bonito que recomiendo: la Antica Focacceria San Francesco, en la parte vieja de la ciudad, donde han comido, entre otros, Garibaldi y Pirandello. Los palermitaos recomiendan el Shangai, que aparece en la segunda foto para comer cocina siciliana. A pesar de su apariencia exterior de suciedad dicen que por dentro está limpísimo. Está junto a la Vucchiria, un barrio que parece que acaba de salir de una guerra. La ciudad vivió un verdadero infierno durante las décadas de los 80 y los 90, cuando muchos funcionarios públicos perdieron la vida en la lucha contra las organizaciones criminales de Sicilia. Estos asesinatos incluyeron el del general de los carabinieri, Carlo Alberto Dalla Chiesa, el presidente regional Piersanti Mattarelli, Don Giuliani, un sacerdote que había luchado por los jóvenes que vivían en los suburbios y los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
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