Palacios, casas señoriales, bosques y playas de arenas doradas. Todo eso es Sintra, una preciosa villa portuguesa a solo 30 kilómetros de Lisboa. Su tesoro más destacado es el Palacio o Castillo da Pena que parece sacado de un cuento y fue elegido como una de las Siete Maravillas de Portugal, construido en 1836 por orden del príncipe Fernando II , con estilos que van desde el neogótico, el neomanuelino, el neoislámico, el neorenacensita a la arquitectura colonial. Refugio serrano de reyes durante milenios, la subida es cuesta arriba y andando se hace dura así que lo mejor es coger un autobús que lleva hasta las puertas del Palacio por 1,5 euros el viaje de ida y vuelta. También se puede visitar el Castelo Dos Mouros,con sus impresionantes murallas y torres desde donde se alcanza una preciosa vista, el Palacio de Monserrate o el Palacio Nacional Queluz, residencia de la realeza portuguesa hasta principios del siglo XX. Sin embargo, no todo son palacios y conventos.
Sintra, además, ofrece la oportunidad de disfrutar de playas para todos los gustos. Los amantes de los deportes acuáticos como el windsurf podrán encontrar en Praia Grande las mejores olas o descubrir en familia las huellas de más de 66 dinosaurios. Una cala más tranquila y romántica es la de Maçãs, a la que se puede llegar cogiendo el tranvía desde la villa lusa. Sintra fue declarada en 1995 ciudad Patrimonio de la Humanidad. En el siglo XIX, algunos románticos ingleses, entre ellos Lord Byron, la escogieron para instalarse. El lugar es particularmente encantador en primavera y en otoño cuando el tupido bosque parece que esconde extravagantes palacios y castillos. Tiene una rica gastronomía y restaurantes para todos los bolsillos. Por su cercanía al mar hay mariscos, molusco y bacalao preparado de mil maneras distintas, pero también cabrito, ternera asada o lechón, acompañado todo de vino de Colares. Y, por supuesto hay que probar sus famosas queijada o quesadilla en cualquiera de sus muchas pastelerías-una de las más famosas es la Piriquita-, que son minitartas hechas con queso fresco, huevos, azúcar y harina. Se saben los ingredientes pero no las cantidades de cada uno de ellos, que es un secreto bien guardado, transmitido durante muchas generaciones de las familias pasteleras que lo fabrican. Los origenes de la queijada datan del siglo XIII, aunque fué en el siglo XIX del romanticismo, cuando este dulce se hizo famoso. En el Café A Piriquita también son famosos sus travesseiros calientes que son pasteles de almendra en forma de almohadilla.
Sintra, además, ofrece la oportunidad de disfrutar de playas para todos los gustos. Los amantes de los deportes acuáticos como el windsurf podrán encontrar en Praia Grande las mejores olas o descubrir en familia las huellas de más de 66 dinosaurios. Una cala más tranquila y romántica es la de Maçãs, a la que se puede llegar cogiendo el tranvía desde la villa lusa. Sintra fue declarada en 1995 ciudad Patrimonio de la Humanidad. En el siglo XIX, algunos románticos ingleses, entre ellos Lord Byron, la escogieron para instalarse. El lugar es particularmente encantador en primavera y en otoño cuando el tupido bosque parece que esconde extravagantes palacios y castillos. Tiene una rica gastronomía y restaurantes para todos los bolsillos. Por su cercanía al mar hay mariscos, molusco y bacalao preparado de mil maneras distintas, pero también cabrito, ternera asada o lechón, acompañado todo de vino de Colares. Y, por supuesto hay que probar sus famosas queijada o quesadilla en cualquiera de sus muchas pastelerías-una de las más famosas es la Piriquita-, que son minitartas hechas con queso fresco, huevos, azúcar y harina. Se saben los ingredientes pero no las cantidades de cada uno de ellos, que es un secreto bien guardado, transmitido durante muchas generaciones de las familias pasteleras que lo fabrican. Los origenes de la queijada datan del siglo XIII, aunque fué en el siglo XIX del romanticismo, cuando este dulce se hizo famoso. En el Café A Piriquita también son famosos sus travesseiros calientes que son pasteles de almendra en forma de almohadilla.
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