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martes, 1 de noviembre de 2011

Las gambas rojas de Garrucha, las mejores del Mediterráneo, en el Mesón del Pescador

Está en el Paseo Marítimo, en primera línea, frente al mar, tiene un marisco estupendo recien comprado en la lonja y que pasa de las vitrinas del restaurante al plato. Muy buenos los arroces marineros típicos de la zona o el pescado pero, sin lugar a dudas la estrella de la carta es la gamba roja de Garrucha. Este "Mesón del Pescador" es un bonito y animado restaurante donde las mariscadas son simplemente, exquisitas, y muy abundantes: una fuente grande llena, con un bogavante, muchas gambas, langostinos, almejas, cigalas, y mucho marisco buenísimo. Lo mejor es coger una mesa en su terraza disfrutando de la brisa marinera, el buen pescado, el buen servicio y unos postres riquísimos, todos caseros. Entre los pescados, hay uno autóctono: el gallo pedro, a la plancha o frito. 
No se puede hablar de gastronomía en Garrucha sin hacer especial énfasis en la deliciosa gamba roja, de popularidad internacional. Esta especie esta considerada uno de los mariscos mas deliciosos de todo el Mediterráneo; su zona de cría y de pesca es muy reducida, y se circunscribe únicamente a la franja de litoral que da a Garrucha. Esta escasez, aparte de su maravilloso sabor, es lo que hace que la gamba roja alcance precios muy altos en el mercado. La gamba roja de Garrucha puede consumirse en muchos buenos restaurantes de nuestro país, pero sobre todo la podemos encontrar en los establecimientos de la localidad, que la sirven a la plancha, recién preparada. Más grande y de color más intenso que las variedades de gamba común, su deliciosa carne es característica y merece la pena hacer un exceso por una vez para probarla, sobre todo si es en un típico restaurante con vistas al mar. Garrucha es un municipio de la provincia de Almería, con unos 7.500 habitantes y situado en el Campo de Vera, a 93 Km de la capital. 
Es toda una experiencia visitar la lonja del pescado, al atardecer, para ver su subasta. Las cajas de gambas y gambones  se alinean sobre el suelo encharcado, espolvoreadas con abundantes trozos de hielo. Los compradores atienden en silencio alrededor, sentados en adoquines de hormigón, conocedores al dedillo del ritual que cada tarde se repite en el puerto pesquero, cuando llegan los barcos cargados con los manjares del mar. Traen meros, gallinetas, pargos y gallopedros, pero son las gambas, rojas y brillantes, las que despiertan más expectación. En la pared de la lonja un cartel indica las mínimas normas que hay que guardar para participar en la subasta: “prohibido comer, beber, fumar y escupir dentro de la lonja”. 
 
Desde allí, nada más apetecible que acercarse a alguno de sus numerosos restaurantes, o bares, para degustar las afamadas gambas de Garrucha, o los pescados que hemos momentos antes recién sacados del mar. Garrucha fue antiguamente el gran puerto de las minas de Levante y llegó a tener vicecónsules de diez países tras el auge, a mediados del siglo XIX, del embarque de la plata, el hierro y el plomo. Entonces allí se construían grandes mansiones y, según los lugareños, llamaban al municipio "la pequeña San Sebastián". Hoy es un lugar comercial y pesquero. 

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