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domingo, 29 de abril de 2012

Acantilados de Moher, lucha titánica entre la tierra y el mar, en la costa oeste de Irlanda

Aparecen en la película "La princesa prometida" con el nombre de Los Acantilados de la Locura y son una de las principales atracciones de Irlanda. Los Acantilados de Moher (Cliffs of Moher, en inglés, o Acantilados de la Ruina en español) son una zona de acantilados sobre la costa del Océano Atlántico de aproximadamente ocho kilómetros de extensión con alturas que llegan a alcanzar los 214 metros y que son un impresionante paisaje natural. Tienen un Centro de Visitantes, aparcamiento y un sendero que puedes recorrer para ver las diferentes perspectivas de la zona. La Torre O’Brien es el punto más alto desde donde se pueden ver los Acantilados de Moher. Durante algunas épocas del año, y si el clima no lo impide, la torre está abierta para el público a un precio de 2 euros. Se puede llegar en coche desde Galway, que está a 75 kilómetros, o Limerick aunque hay muchos viajeros que hacen excursiones en el día desde Dubín pese a la paliza de tres horas de autobús de ida y tres de vuelta. El pueblo más cercano es Doolin y para llegar tienes que circular por una carretera llena de curvas.
Los Acantilados de Moher son principalmente de piedra arenisca, y en el área, conviven numerosos animales, sobre todo colonias de aves marinas. Los irlandeses dicen que son la mejor muestra de la lucha titánica que mantienen la tierra y el mar a lo largo de la costa irlandesa. Es impresionante sentarte allí y sentir el viento en la cara mientras ves el mar y a lo lejos las islas Arran, los montes Connemara y Galway. Como suele llover y hace mucho viento hay un pequeño muro a lo largo del recorrido que mucha gente se salta para hacer fotos pero la verdad es que hay que tener cuidado porque las caídas pueden ser fatales. Esta maravilla de la naturaleza está en el Condado de Clare, entre las omnipresentes colinas verdes  con sus vacas pastando, el mar, pequeños pueblos de casas bajas y una serie de torres normandas que destacan por su gran altura, su forma cuadrada y el color gris oscuro de la piedra con la que están construidas, sobre el suave paisaje y construcciones de la región. Y tras disfrutar de la naturaleza, una recomendación: parar en Galway a disfrutar de sus riquísimas ostras. Esta ciudad de la costa oeste irlandesa celebra cada mes de septiembre un Festival de la Ostra y el Marisco que le a dado fama. Hasta allí lega gente de todo el mundo para disfrutar de estos moluscos que acompañan de vino blanco y, como no, de cerveza negra.

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