viernes, 15 de febrero de 2013

El barrio del Realejo de Granada, judio y castizo, donde 'el corazón manda'


 

 


 
El Realejo castizo, judío y bastante desconocido, es uno de los barrios más interesantes de Granada. Los turistas recorren el Albayzín, el Sacromonte y la Alhambra, pero esta es una zona más para los granadinos que recorren las calles Pavaneras, Molinos, San Matías, Santiago.... Surgió hacia el siglo XIII de los arrabales de los alfareros, extramuros de la medina musulmana y se llamó Garnata al-Yahud. Era allí, en ese arrabal judio, donde la realeza construyó sus almunias, o casas de recreo, para descongestionar la ciudad árabe. De entonces data el Cuarto Real de Santo Domingo, un palacio nazarí que la reina Dar al Horra vendió a los Reyes Católicos tras la conquista de Granada en 1492. Tras la caída del reino nazarí, el Realejo se convirtió en ciudad conventual. Se fundaron, entre otros, los conventos de las comendadoras de Santiago, el de Belén y el de Santa Cruz la Real, de la orden dominica, uno de los mayores y más influyentes. Cerca, en la plaza del Padre Suárez, se sitúa la Casa de los Tiros, un palacete renacentista convertido en museo y archivo local, con bella fachada adornada de mosquetones acompañados del lema "El corazón manda".  El centro neurálgico del barrio es el Campo del Príncipe, un espacio con una arboleda, un área empedrada y un Cristo de los Favores.  Se llama así porque en 1497 se hizo esa explanada, sobre el solar de un antiguo cementerio musulman,  para celebrar la boda del príncipe Juan. La plaza está rodeada de tascas y restaurantes, y desde ella se contempla las siluetas del hotel Alhambra Palace y la Fundación Rodríguez-Acosta. Desde allí, pasando por delante de la iglesia de San Cecilio,  se trepa cuesta arriba hacia el barrio de la Antequeruela en dirección a la Alhambra, a través de un entramado sinuoso de calles blancas entre las que se ocultan cármenes como el de los Mártires y la casa de Manuel de Falla. Uno de los rincones más encantadores es la Puerta del Sol, antiguo lavadero situado en una bifurcación de calles desde la que se aprecia el barrio con cierta perspectiva que permite desentrañar su trazado. La antigua barra del bar Sota, la quesería Rossini, las croquetas de Los Martinetes o las codornices de Los altramuces, son algunas de las posibilidades de tapear en el barrio. También está el Tragaluz, un restaurante con encanto y barato con una estupenda cocina que mezcla platos árabes y cántabros. A los vecinos de la zona se les conoce como greñúos y parece que tiene que ver con la Virgen de La Misericordia que se quemó el pelo durante un incendio provocado por el cortocircuito de un Belén y se quedó bastante desmelenada, "greñúa". Las fotos del post han sido cedidas cedidas por una estupenda fotógrafo granadina, Silvia de Luque (www.silviadeluque.com).

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