miércoles, 1 de junio de 2011

Viajar al pasado junto a las ruinas de Pompeya


Después de un corto trayecto en el tren cicumvesuviano que sale desde la estación Central de Nápoles se puede viajar en el tiempo. Las ruinas de Pompeya, desenterradas a mediados del siglo XVIII, nos sorprenden con templos, villas y obras de arte de 2.000 años de antigüedad que quedaron sepultadas cuando explotó la parte superior del Vesubio en el año 79 d.C. Aunque la ciudad de Pompeya se ha conservado en un estado envidiable bajo la capa de cenizas, hay que tener en cuenta que durante la erupción los edificios vivieron un fenómeno muy parecido a un bombardeo, motivo por el cual la mayoría de los tejados se vinieron abajo y muchas edificaciones grandes se hallaron gravemente arruinadas. Durante las excavaciones, ocasionalmente se hallaron huecos en la ceniza que habían contenido restos humanos.
En 1860, el arqueólogo italiano Giuseppe Fiorelli sugirió rellenar estos huecos con yeso, obteniendo así moldes que mostraban con gran precisión el último momento de la vida de los ciudadanos que no pudieron escapar a la erupción. En algunos de ellos la expresión de terror es claramente visible. Otros se afanan en tapar su boca o la de sus seres queridos con pañuelos o vestidos tratando de no inhalar los gases tóxicos, y alguno se aferra con fuerza a sus joyas y ahorros. Tampoco falta quien prefirió ahorrarse el tormento quitándose la vida, conservándose su cuerpo junto a pequeñas botellitas que contenían veneno.  En esta rica y bella ciudad, los romanos más adinerados - banqueros, políticos y mercaderes- habían construido señoriales villas con terraza al mar para pasar sus vacaciones a orillas del Tirreno. Aún no se había repuesto de las terribles secuelas del terremoto del año 62 de nuestra era, cuando el 24 de agosto del 79 d. C. la erupción del volcán Vesubio arrastró cenizas, fuego y rocas, que sepultaron Pompeya por muchas generaciones.
Sus 20.000 habitantes, sus casas, tiendas, teatro, termas, templos y foro quedaron enterrados y abandonados. Todo transcurrió en unas pocas horas y fueron pocos los supervivientes. A fines del siglo XVI se hallaron los primeros rastros de las ruinas de la ciudad. En el siglo XVIII el entonces rey de Nápoles, Carlos de Borbón, ordenó que se llevaran a cabo las primeras exploraciones arqueológicas en la zona. Como consecuencia, tuvieron lugar importantes hallazgos, que permitieron conocer mucho más sobre la civilización romana.
Durante los últimos dos siglos y medio, se trabajó en la reconstrucción de la ciudad. Pompeya ocupaba 67 hectáreas, 44 de las cuales ya han sido exploradas. Sin embargo, sólo 15 de ellas pueden ser visitadas; el resto espera financiación que permita habilitarlas para recibir al público. Hasta hace 50 años, Pompeya era visitada únicamente por arqueólogos, historiadores, arquitectos y estudiosos de la cultura romana que llegaban desde todas partes del mundo. Hoy, unos 6.000 visitantes por día (cuatro millones de turistas por año) eligen este destino para retroceder veinte siglos en la Historia.
En la actualidad, Pompeya es un popular destino turístico de Italia que forma parte del parque natural del Vesubio y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO. Uno de los rincones más visitados de las ruinas arqueológicas de Pompeya, al sur de Italia, es el Lupanar, denominación del pequeño edificio que fue utilizado como prostíbulo en la antigua ciudad romana Es importante llegar temprano porque la visita es larga. Se tarda unas 4 horas para verlo medianamente bien. Ropa cómoda, visera y agua sobre todo si es en verano. Hay alguna fuente y una cafetería para tomar un trozo de pizza o una ensalada y alguna bebida durante la visita. 

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