Ha cumplido sus primeros cien años de vida desde que, a principios del siglo XX, se convirtió en un proyecto arquitectónico que modernizó la fisonomía de Madrid. Desde entonces, la Gran Vía se ha llenado de luces de neón que la iluminan de noche, teatros donde se representan musicales, comercios, cines, hoteles y se ha convertido en uno de los marcos más representativos de la capital de España. La Gran Vía nació 1910, cuando un tejido de calles estrechas y sombrías dejó paso a esta monumental avenida que partía en dos el casco histórico de la ciudad. Entre el Barrio de Salamanca y el de Chamberí, la Gran Vía es hoy un conjunto arquitectónico de enorme valor que reúne el inventario de los estilos que predominaron durante la primera mitad del siglo XX: historicismo, modernismo, art-déco y racionalismo.
El edificio Metrópolis, el de Telefónica, el Palacio de la Prensa o el del Cine Callao son suntuosos ejemplos del diseño de la época en que fueron levantados. Comienza en la calle Alcalá y termina en la Plaza de España. A lo largo de su historia, la Gran Vía ha tenido diversos nombres oficiales, y también otros populares. En un primer momento su construcción se dividió en tres tramos, que fueron dedicados a personajes relevantes de la época. La Avenida A se llamó calle Eduardo Dato; el Bulevar, avenida de Pi y Margall y la Avenida B, calle del Conde de Peñalver. Durante la Guerra Civil española, en 1936, se llamó Avenida de los Obuses, Avenida del Quince y medio o del Bulevar y, tras la victoria franquista en 1939, Avenida de José Antonio, en honor de Primo de Rivera, hasta que en 1981 el socialista Tierno Galván le devolvió el nombre de Gran Vía.
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