Cefalú es una de las joyas por descubrir en el Mediterráneo. Es una ciudad costera fascinante de Sicilia en la sombra de una montaña escarpada y bajo la mirada omnipresente de la catedral normanda-árabe-bizantina, una de las mayores iglesias del sur de Europa. Cefalú tiene unos 14.ooo habitantes y es eso, un pequeño pueblo pesquero, con playas llenas de gente, con murallas, con callejuelas preciosas, con heladerías y pizzerías de mantelito de cuadros y pequeños restaurantes con vistas a la costa rocosa, con una catedral preciosa, con mucha vida tanto de día como de noche, con iglesias y palacios barrocos, con tiendas pijissimas al lado de otras de afiladores de cuchillos. Todo, presidido por la Rocca, una gran roca de piedra con forma de cabeza, a la que se puede subir, y donde se encuentran las ruinas del templo de Diana, y aunque, el ascenso en verano puede ser terrible, vale la pena por las vistas.
El casco antiguo de Cefalú está repleto de rincones mágicos que te transportan en el tiempo y te dejan sin palabras. Uno de los que más me impresionó fue el Lavatorio. Se trata de un lavadero del siglo XVI que se encuentra casi escondido en un rincón de la vía Vittorio Emanuele. La verdad es que si no lo conoces puedes pasar por la calle sin detenerte en este rincón porque está bastante escondido. Se encuentra situado en una especie de patio de una casa aunque la puerta siempre está abierta. Cuando entras te das cuenta de que es un lugar asombroso, lo primero que descubres son unas preciosas baldosas que te van adentrando en el lavadero.
En general, para mí este pueblo es uno de los más bonitos de Sicilia, una isla que es ese lugar a donde siempre quisiera volver y que es como un pequeño continente que tiene de todo: costa, nieve, pueblos medievales, ruinas griegas, iglesias bizantinas, pueblos colgados en montañas y ciudades "chic" como Taormina, grandes ciudades como Palermo o Catania y...las huellas de "El Padrino" en Corleone, un pequeño pueblo en donde en el bar de la plaza venden licor con el nombre de la película de Coppola.
Si incluso a las personas más críticas que conozco les gusta este local, por algo será. Está en una esquina de la Calle Bailén, enfrente del Palacio Real y de la Catedral de la Almudena, donde lleva más de 100 años atendiendo al público de Madrid. El Anciano Rey de los Vinos empezó como una tasca que ofrecía vinos olorosos, generosos y dulces, siempre acompañados de galletitas y unas torrijas y pestiños estupendos que siguen haciendo en la actualidad. Pero ahora es más que eso, tienen una amplia oferta de vinos y, para los que no les guste, está el vermú de grifo de la casa. Si lo pides con soda, es frecuente oir al camarero con sorna diciendo algo así como .."marchando un vermú estropeao". Para acompañar las bebidas hay canapés variados (salmón ahumado, anchoa con tomate, cabrales, roquefort) y también escabeches, bacalao, albóndigas caseras, huevos rotos, callos, empanadilla de espinacas… En la Semana Santa madrileña es más que una obligación para cualquier castizo que se jacte de serlo. Esta típica taberna viene desde el año 1.886, entonces era Casa Pedro, cuando se tomaba café de pucherete , te y aguardiente. En 1909 la abre Luis Montón con las marcas de vino" el viejo", el anciano" y " el anciano rey" de ahí salió su original nombre, el cual mantiene, igual que los azulejos de su decoración.
